La tercera jornada de Universal Music Festival 2019 prometía incluso antes de ponerse en marcha. Tiques agotados y ambiente de genuina expectación ante la visita de Jamie Cullum presentando nuevo repertorio tras cinco años de silencio discográfico. Muchas ganas en el patio de butacas. Y sobre el escenario, visto lo visto, más ganas incluso.
Quien conozca la trayectoria del británico sabe que su relación con la música es muy especial. Cullum es un artista apasionado, siempre dispuesto a escuchar y, por tanto, a aprender. Respeta todos los géneros, no tiene prejuicios y puede extraer lo mejor de una partitura jazz, pero también disfrutar con un patrón rítmico hip-hop, con los maestros del pop o con la vanguardia electrónica. En sus altares hay sitio para Ray Charles y Miles Davis, pero también para DJ Shadow y Dan The Automator. Es una estrella cabal que nunca ha perdido el norte ni ha dejado de hacer pie en la realidad. Y lo ha demostrado con holgura en el escenario del Teatro Real de Madrid, firmando una actuación de las que saben a gloria.
Esa actitud libre y exploratoria define los contornos creativos de “Taller”, su nuevo disco. Y también se hace notar en la puesta en escena. Jamie brilla en canciones que se alimentan de la música negra y su vastísimo legado, pero también borda composiciones de aire post-Britpop –“The Age of Anxiety”–, arrasa nuestros miocardios con la balada “Drink” o interpola la esencia de la música callejera de Nueva Orleans en “Big Chief”.
El concierto ha empezado con Cullum sentado frente al piano para combinar “Please Don’t Stop The Music” (Rihanna) y “For the Love”, jugueteando con intensidades interpretativas y planos sonoros. Después hemos podido comprobar que las canciones nuevas –como “Taller” o “Mankind”, esta última en clave góspel– aguantan perfectamente el tipo entre hitos anteriores como “I’m All Over It” y “Get Your Way”.
El de Essex va sobrado de recursos. Puede abordar una versión de Ray Charles –“Hard Times”– y hacernos vibrar con “The Man”, original de The Killers. Ha hecho colisionar el mejor funk con el jazz eléctrico de los setenta –“Usher”–, ha convertido el Teatro Real en un festín de polirritmia africana –increíble “Sinnerman”– y luego lo ha transformado en un salón de swing –“You And Me Are Gone”–, consiguiendo que todos los asistentes se entregaran al baile. Ha cantado, bailado, reído y disfrutado tanto o más que nosotros, demostrando que en manos como las suyas –presten atención la letra de Mixtape”– la música tiene poderes.
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